Urge sobrevivir - Salvador Arnau


Ya lo sé... te escucho perfectamente desde el fondo del pasillo y sé muy bien lo que opinas de la vida.

Dices que no vale la pena, que todo son sufrimientos, que todo es una interminable y agotadora lucha sin sentido, que el mundo es sólo desgracia tras desgracia. Que si tuvieras que volver a nacer ni siquiera te lo cuestionarías porque no tienes ganas de volver a empezar...

- "¿Para qué?, ¿para esto? No, mira, mejor acabamos de una vez y oye, allí, en el otro lado, tiene que haber una paz tan inmensa que no creo que nadie tenga ganas de volver. ¿No será por eso que nadie vuelve?"

El eco de tu voz se empequeñece en mis oídos y empiezo a pensar dentro de mí todo lo que planteas. Es posible que las adversidades de la vida tengan la capacidad de agotar las ganas de vivir del más puesto, no te lo cuestiono. Sin embargo, tengo el convencimiento de que si me dieran la posibilidad de alargar unos años mi vida, manteniendo una cierta calidad física y mental, no dudaría en apuntarme el primero de la lista.

El simple hecho de estar vivos nos confiere la capacidad de poder disfrutar de lo maravilloso que es estar presentes, aquí, en este momento. Asistir a un amanecer, a un ocaso, a un encuentro con una amistad a la que quieres, escuchar el canto de los pájaros en medio de la naturaleza, escribir sobre lo que te gusta, leer lo que te conmueve, amar apasionadamente, sentir conscientemente cada paso que das, enamorarse de la vida, enamorase cada día de la suerte que tenemos de estar vivos...

Y sin mediar palabra alguna por mi boca, parece que me estás leyendo el pensamiento y me interrumpes...

- "Y qué hacemos con las guerras, con la hambruna y con la tensión que produce esta sociedad capitalista? ¿Soportamos la impotencia que produce ver cómo funciona este mundo de la eme?

No muevo los labios y, buscando una respuesta a tus planteamientos, vuelvo a abstraerme en mí mismo. Me pregunto si yo hago algo al respecto. Dentro de mi capacidad económica, que es la de un ciudadano medio europeo con recursos ajustados para ir tirando, colaboro humildemente con una ONG que se dedica a llevar vacunas a los lugares más necesitados del tercer mundo. Y entonces me absuelvo de la culpa pensando que hay mucha gente que hace lo mismo y que, sumando tantas pequeñas donaciones, de alguna manera conseguimos ayudar a muchos niños para que no sufran. No se trata de que donar para los más necesitados sea una moda, los que lo hacemos estamos convencidos de que esos niños podrían ser nuestros propios hijos y tenemos la seguridad de que las cosas van cada día mejor.

De hecho, si pensamos en cómo se ha desarrollado la historia del mundo a través de los años y de los siglos, nos damos cuenta de que todo va siempre evolucionando positivamente. Es cierto que los frutos sólo se ven en los países desarrollados, pero estamos en el camino para poder afirmar que cada vez somos más solidarios con el mundo subdesarrollado y que no estamos muy lejos del día en el que cualquier persona del mundo será tratada como cualquier ciudadano de un país (entre comillas) rico, como un ser humano al que hay que ayudar cuando pasa por situaciones de penuria.

Continúas cuestionándome el sentido de la vida con más y más preguntas, sin embargo ya no quiero escucharte más porque sigo convencido de que es un honor haber tenido la suerte de venir a este mundo para gozar de y con él. Vuelvo a mis lecturas y a mis quehaceres diarios con la plena conciencia de que la fragilidad humana es algo real, así que no pienso perder ni un sólo minuto de mi vida babeando entre lamentaciones.

Urge, urge sobrevivir...




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