El enigma de una mujer 3 - Tercer encuentro - Laura Mir & Salvador Arnau



Pasó un día, y otro, y otro, y unos cuantos más. Sobre el mediodía y de forma inconsciente, mi cuerpo y mi mente se acercaban hasta el alféizar de la ventana, donde apoyaba las manos, fijando la mirada en un punto muy preciso. Los prismáticos ya no eran necesarios para poder divisarla. Su pamela la delataba en la distancia.

Para ser exactos, fueron tres semanas y dos días, lo había ido apuntado en el calendario con cruces rojas, marcando sus ausencias al finalizar cada jornada. Por fin aquel día volví a verla y salí a toda prisa a su encuentro.

Sin preámbulos, me senté y le pregunté sin saludar:

 ¿Todo bien?

 Claro Alfonso, todo bien ¿por qué no iba a estarlo?... Tenía asuntos que resolver y por eso he estado ausente estos días. Hay temas que no se pueden dejar pasar y que tampoco conviene ir aireando así como así. ¿Cómo va tu nuevo libro?

 Bien  contesté un poco azorado  muy bien, ya lo creo que va bien. No he conseguido pasar de la primera página. ¿Y tú has escrito algo?

 ¿Cómo es posible que en quince días no hayas podido avanzar nada? Y sí, no te imaginas cuántas palabras he dejado impresas sobre el papel.

Bueno, verás, en realidad quería escribir un libro sobre tu vida, pero como nuestras conversaciones no han ido más allá de lo superficial, no he tenido inspiración para crear nada.

 ¿Quieres escribir un libro sobre mi vida? Ja, ja, ja… no sabes lo que dices. Mi vida no cabe en uno, se necesitarían como mínimo diez libros tipo bloque, de esos grandes y pesados que usan ahora para la construcción, como la primera edición de Guerra y Paz… Con papel de alto gramaje, cosido como antiguamente, con tapa dura y sobre todo, forrado en piel. Te llevaría tanto tiempo que no sé si te saldría rentable. Sin embargo, lo que sí puedo contarte es una parte de mí, que va ligada a este medallón, que podrías escribir con tu buen estilo.

 ¿Qué sabes de mi estilo?

 Bueno, la curiosidad supongo, estos días he procurado leer algo de tu literatura ella me sonrió y bajó las pestañas como dando a entender que ese tema estaba concluido y no admitía mayores cuestiones, me llenó de inquietud. Y dando un giro a la conversación, dijo: A ver, dime, háblame de los temas sobre los que escribes.

 Suelo escribir sobre historias personales que me inquietan, que esconden cosas interesantes que se van deshilachando poco a poco. Tengo muchas dentro de los cajones, las empiezo y en un momento dado, las abandono por falta de interés. La historia tiene que atraparme, de lo contrario, cambio de rumbo y vuelvo a comenzar. 

 Los seres humanos somos así, saltando constantemente de proyecto en proyecto… nunca es mañana siempre es un hoy eterno dijo ella, alzando la cabeza y perdiendo la vista en un punto indefinido.

Por temor a que aquella conversación cambiara de ruta y fuese imposible retomarla, me apresuré a señalar:

 Imagina, un escritor escribe sobre otro escritor, no sobre sí mismo.

 Creo que es mejor escribir sobre algo cercano que no comprometa, a veces interiorizar, duele… Puedo contarte parte de la historia de este medallón y de mi bisabuela la arqueóloga, siempre he tenido eso pendiente de escribir y me parece una historia interesante, era una aventurera  me dijo, mientras me lo mostraba.  Es antiquísimo, ha pasado de generación en generación, no sabemos desde cuando pertenece a la familia, creo que siempre ha estado en ella. Es celta y se llama Áuryn, posiblemente te suene porque salió en la película la Historia Interminable, cuando la vi y me di cuenta que era el mismo símbolo, indagué. Hasta ese momento no me había preocupado lo más mínimo.

¿Y qué averiguaste?

 En la película es la Alhaja o el Esplendor, me quedo con lo segundo: el esplendor.

 El insólito esplendor.

 Eso es de terror al estilo King, - sonrió ella - simboliza la unión del cielo y la tierra y no puede ser tocado por el agua de mar, perdería su poder.

 ¿Y qué poder o poderes tiene?

 Protección y amor. Aunque en otras culturas, la serpiente simboliza la sabiduría.

 ¿Cómo en la China?

 Sí, como en la China. Además de esfuerzo, sacrificio, energía, unión… Un dechado de virtudes... Mira, podemos, si te parece bien, asistir a una exposición itinerante que hay estos días en el Museo Arqueológico de la ciudad sobre la cultura celta, podríamos documentarnos y quién sabe lo que puede salir de ahí.

De ese modo quedamos en encontrarnos sobre las cuatro a las puertas del museo, imposible negarme si quería volver a verla y no iba a jugármela en una tirada de runas, en las que además, no creía.

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